Estuvo en la carcel de Ondarreta junto a su marido Jose Agirrebengoa Larraza y su padre Bartolome Etxeberria Mazkiaran.
Natural de Altsasu, nació en 1900, hija de Bartolomé y de Francisca y casada con José Aguirrebengoa Larraza, con quien tuvo dos hijos, José y Félix. Al igual que su marido, sus ideas eran de izquierdas.
Salió de Altsasu el día 23 de julio de 1936 junto a Agustina Arakama Oiarbide, esposa de su primo Gregorio Zufiaurre, en busca de sus maridos y de Bartolomé Etxeberria, su padre.
Ellos habían salido hacia Gipuzkoa días antes. Se reunieron en Ordizia y, tras dos o tres días allí, se dirigieron a Irura. El 1 de agosto llegaron a Donostia y se alojaron en casa de Manuel Berasategi Zabaleta, natural de Zegama y vecino de esa localidad. La detuvieron el 24 de marzo de 1937 en Donostia a las 23 horas en la calle Atotxa junto a su esposo. Ingresó en la prisión provincial de San Sebastián (Ondarreta) ese mismo día.
La pena que se le solicitó fue la siguiente: «Imposición de corrección o multa. Se practican diligencias conducentes a averiguar los bienes de fortuna al objeto de imponerle una multa». El 12 de octubre de 1937 salió de prisión y se le impuso una multa de 100 pesetas.
Josefa estuvo fuera de Altsasu quince meses, ocho meses huida y seis y medio en prisión. Cuando salió de Altsasu, sus hijos Félix y Josetxo tan solo tenían 6 y 7 años. Los pequeños se quedaron al cuidado de su abuela Francisca y de su tía Margarita, que tuvieron que salir adelante como pudieron, mientras José, Josefa y Bartolomé estuvieron prisioneros. Causa sumarísima Nº749/37.
Según un Informe Unión Tradicionalista Carlista (firmado por el presidente: Simón de Lecea y el secretario. Cirilo Ruiz de Gaona), Josefa era «Izquierdista de ideas exaltadas y gran propagandista entre sus compañeras de vecindad. A los pocos días del Movimiento Salvador de España se ausentó voluntariamente al campo rojo, donde nos consta que fue recibida con aclamaciones. Volvió a esta localidad después de la toma de San Sebastián, siendo expulsada por el comandante militar de esta plaza».
Otro informe, esta vez de la Falange Española de las J.O.N.S., firmado por Pablo Amillano, decía lo siguiente:
«De ideas izquierdistas. Desapareció de Alsasua a poco de iniciado el Movimiento Nacional. Más tarde se la vio en Alsasua, desapareciendo nuevamente, sin que se sepa más de ella, desconociéndose su actuación posterior. Conducta moral, buena».
Según un testimonio de Gustavo Arizmendi Jáuregui, se trataba de «una de las más entusiastas socialistas de Alsasua, siendo de voz pública que su familia de aquí le visitaba en San Sebastián habiendo llegado a traer a Alsasua a un hijo de Josefa y que esta se movía mucho en San Sebastián con objeto de encontrar trabajo para marido y padre, cambiando de lugar de trabajo para despistarlos».
Aniceto Azpiroz Jáuregui, por su parte, afirmaba que era «de ideas izquierdistas y que desapareció de Alsasua a poco de iniciado el Movimiento Nacional. Que más tarde se la vio en Alsasua, desapareciendo nuevamente sin que se sepa más de ella, desconociéndose su actuación posterior. Conducta moral buena».
Estos son los informes que llegaron contra ella del pueblo. Mientras, en Alsasua su hermana Margarita, que era más joven que Josefa, pues nació en 1918 y estaba soltera, se ocupaba de sus sobrinos, de la casa y de las tierras junto a su madre, Francisca. Realizaba frecuentes visitas a la cárcel de Ondarreta a llevar algo de comida y ropa limpia a su padre, hermana y cuñado.
En una de esas visitas iban con un taxista de Alsasua y como no se podía pasar por Etzegarate, fueron por Lizarrusti. El taxista tenía parientes en un barrio de Ataun y paró cerca de una curva para llevarles algún recado. Mientras Margari y su madre, Fanantxika (así le llamaban en casa), esperaban, vieron cómo más adelante estaba un grupo de requetés y uno de ellos se acercaba al coche. Conforme se aproximaba, vieron que era un conocido de Olazagutía. Al llegar a su altura y reconocerles les dijo:
-¿Qué vais a la visita?
-Sí, ¿y vosotros?, respondió Margari.
-Ya ves, un regalico que nos han dejado esta noche. ¿Quieres ver?
Con todo lo que estaba pasando a las dos les dio un vuelco el corazón y, pensando en lo peor, Margari contestó que sí. Fueron hacia el grupo, mientras Fanantxika se quedó en el coche agarrotada por el temor. Junto al grupo en el que había otros conocidos de pueblos cercanos, había unos helechos tapando unos bultos en la cuneta. Un requeté retiró los helechos y aparecieron unos cuantos cuerpos amontonados, con medallas, crucifijos y escapularios al cuello. Viendo aquello y que no eran las personas que ella temía encontrar, Margari les dijo:
-¿No decís que hacéis la guerra para defender la religión? ¡Estos bien religiosos eran, pues!
-Sí, Margari, sí, pero, ya sabes lo que pasa…
(Prisión de Ondarreta. Donosti)
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